Dormida y todo seguía bailando, era tan feliz que su alegría se desbordó de tal manera que toda la casa, la calle e incluso el barrio, quedó inundado de aquella ajena alegría.
El alcalde decretó por los desperfectos, causados por tanta felicidad desparramada, zona catastrófica y mandó a encerrar a Candelaria Machado por reírse más de la cuenta. Un mundo raro
Un cuento chiquito. Juan Carlos Tacoronte.